domingo, 20 de agosto de 2017

A la mierda el “Si tú no te quieres, nadie lo hará”

¿Quién no ha visto esta cita miles de veces por redes sociales? Y, por supuesto, con la aprobación de gran parte de los usuarios. Yo antes también pensaba que era totalmente cierta, no me daba cuenta de que lo que hacía era encerrarme más en mis inseguridades y problemas.

Es curioso porque la mayoría de las veces te la encuentras como frase de motivación para todas aquellas personas que tienen baja autoestima, depresión, distorsión de su propia imagen entre otros problemas mentales. Qué ironía, ¿qué parte positiva tiene decirle a una persona, ya de por sí lo bastante desesperanzada, que para colmo nadie la va a querer? Va a hacer que se sienta aún peor. Y sí, lo digo por experiencia. Yo creía en esa frase y lo único que me hizo es alejarme aún más de las personas, crear más corazas tras las que esconderme, hacer que me sintiese menos válida si es que eso era posible.

Cómo se puede ser tan cruel de cerrarle a una persona con problemas mentales la puerta hacia el cariño cuando es lo que más necesitan en esos momentos. ¿Qué es lo que me parece hoy en día esa cita? Una forma de lavarnos las manos, es decir, dejemos a esa persona que se aclare con su desastre de mente que yo no quiero tener que estar lidiando con sus paranoias. Dejémosla más sola, aislémosla aún más, hagamos que se sienta todavía más alejada de “ser normal”. Eso sí, cuando ya esté bien iré a darle unas palmaditas en la espalda porque ya si está preparada para el cariño.

                                               QUE OS DEN.


Porque además esa frase no solo te está negando un amor romántico, sino que también te quita amores que nacen de la amistad y la familia. Te dice que eres tal lacra, tal desecho, que no mereces ser amado. Cómo si la gente pudiese ir decidiendo quién tiene derecho de recibir cariño. Claramente una relación en la que haya de por medio problemas de salud mental va a tener que ser mucho más cuidadosa y paciente que otras pero, mientras que no suponga un aspecto negativo para ninguna de las dos personas hasta el punto de que les haga daño, ¿quién ha dicho que nadie te puede querer? Muchas veces es sintiendo el apoyo de la gente cuando nos empezamos a valorar más, aunque por supuesto es la persona enferma la que tiene que estar decidida a salir de su enfermedad, no vale con que solo lo esté su pareja.

Por otra parte sí que pienso que estando en esa situación podemos acabar con la persona que nos creamos merecer, es decir, si yo no me quiero mucho puedo pensar que cualquier persona que aparezca y presente un mínimo interés en mí ha de ser aceptada porque, de todas formas, quién más va a querer estar conmigo. Y es con este tipo de situaciones con las que tenemos que tener cuidado y debe de entrar el amor de familia y amigos en juego.

Así que, por favor, dejad de usar esa cita como algo positivo. Está claro que dependiendo de tu estado puedes estar o no preparado para tener una pareja, pero dejad que eso lo elija la persona en cuestión junto con su gente cercana, no vosotros con la divulgación de esas citas. Cuando tu salud mental no es la adecuada te intentas muchas veces guiar por lo primero que ves, buscas desesperadamente una solución a tus problemas o entender medianamente qué es lo que te ocurre, por qué te sientes así. En esos momentos eres mucho más vulnerable y moldeable que los demás, por lo que te crees cualquier tontería de este estilo que te pongan en frente de las narices. Si piensas que eres una mierda, y ves una cita con miles de apoyos que dice que si te sientes así no te mereces nada, pues con todo el dolor que te va a suponer te lo crees y te anulas más. 

No hagáis que esas personas se sientan aún más ineptas y alejadas de los demás. Poneos por una vez en su piel, pensad lo que le estáis negando y cómo os sentaría si a vosotros os hiciesen lo mismo.


SED ÚTILES DEJANDO DE ROMANTIZAR LAS ENFERMEDADES MENTALES Y CONVERTÍOS EN UN APOYO PARA LAS PERSONAS QUE LO SUFREN. DADLE ESE AMOR ROMÁNTICO, FAMILIAR O DE AMISTAD QUE SE LES NIEGA.

lunes, 14 de agosto de 2017

Decorando con palabras #5


¡Hola! Por cuestiones personales (ejem ejem pereza ejem ejem) la entrada se ha retrasado una semana, pero mejor hacerlo tarde que nunca. Os recuerdo que podéis pasaros por el blog de Galería de una desconocida para ver su texto sobre la foto. Espero que os guste :)




-Y será entonces cuand… ¿has oído eso?- dijo el hombre de la gorra mientras que con su mirada inspeccionaba todo el área de bosque que los rodeaba.

-No empieces otra vez. Siempre te vuelves paranoico por cualquier ruido y luego resulta ser el viento o un simple animal.- Dijo la mujer de pelo rapado. Livia, congelada tras el tronco de un árbol, intentó no temblar del miedo aunque por desgracia su intención no podía superar el susto que la dominaba en ese momento. Las palmas de sus manos están resbaladizas y podía escuchar cómo la sangre corría a través de su cuerpo preparándola para lo que pudiese suceder a continuación.

-Lo que tú digas.- replicó el hombre mientras recogía la caja del suelo. 

Livia no podía parar de preguntarse qué es lo que podía haber en su interior. En un principio no le había parecido más que una simple caja que, con un poco de suerte, se encontraba vacía e iban a llenar justo en esos instantes, lo que sería más que conveniente para la investigación que había estado llevando a cabo durante estas últimas semanas. Pero la suerte no estaba de su lado esa tarde y, a juzgar por el resoplido del muchacho y la tensión que reflejaban los brazos de este al cargarla, la caja no había sido llevada allí para llenarla y, al parecer, tampoco para vaciarla, porque la chica en esos instantes se agachó para coger una pala y empezar a cavar.

 Livia no podía más que odiarse tras esto. Se había puesto en peligro solo para ver cómo enterraban una caja, algo para lo que no era necesario hacer semejante viaje ya que solo le bastaba asomarse a la ventana de su cuarto para ver cómo su perro había vuelto a cogerle una zapatilla y se disponía a enterrarla (toda babeada y mordida)  junto a cualquier pelota de tenis que le hubiese robado a los vecinos.

Mientras Livia observaba la escena, la caja empezó a tambalearse y emitir una luz rojiza. El chico, maldiciendo por lo bajo, le dio una patada que hizo que la luz desapareciera. Él, con el rostro tenso y los ojos llenos de desconfianza, se sentó encima de la tapa negra con lo que parecía la intención de hacer peso sobre la caja para lograr que lo que hubiese ahí dentro no pudiese salir antes de ser enterrado. Y aunque Liv había intentado taparse la boca lo más rápido posible, no había conseguido hacerlo con la suficiente celeridad como para evitar que su pequeño grito de sorpresa llegase a oídos de la pareja. ¡Era esa extraña luz de nuevo! ¡La de la noche en la que empezó toda esta locura! ¿Cómo hace veinte minutos le había podido parecer una buena idea perseguir a esta gente? ¿A caso quería morir sola en un bosque en el que nadie jamás lograría encontrar su cadáver?

-¡Eh! ¡Eh! ¡¿Quién anda ahí?! Mierda Neith, te lo dije. –dijo el hombre mientras sacaba de su pantalón una pistola y la chica ¿Naiz? cogía la pala como si fuese un bate de beisbol.

-Genial- murmuró Liv- o muero de un tiro o de un palazo en la nuca.- No necesitó más que un vistazo para entender que chico con pistola más chica con pala (y posiblemente otra amiguita rellena de plomo atada a alguna parte de su cuerpo) iba ser igual a una Liv criando gusanos como no se diese prisa y saliese de allí lo más rápido posible. Así que, intentando pisar en el terreno más firme y rezando a todo lo que tuviese nombre para que llegase la noche y todavía siguiese respirando, Liviana intentó alejarse lo máximo posible de esos dos locos y su caja de los misterios. ¿Sabía hacia donde se dirigía? No, y la verdad es que en ese momento se estaba arrepintiendo mucho de no haber formado parte de los Scouts para ser capaz de construir alguna trampa para osos que atrapase a Míster Pipa y Miss Pala.

Para cuando se quiso dar cuenta, Liv ya había cruzado medio bosque dando a parar a la orilla del lago que bordeaba parte del terreno. No había que ser muy perspicaz para saber que su única oportunidad de salir indemne por el momento era esconderse ya que, viendo su agitada respiración y el sudor que empapaba gran parte de su cuerpo, estaba claro que no se veía preparada para seguir corriendo bosque a través. Sabía que, por muy poco apetitosa que le pareciera, su solución se encontraba justo en frente. En otro momento el muelle hubiese sido el mejor lugar para sentarse y disfrutar de las increíbles vistas, pero en ese momento la madera iba a dejar de cumplir la función para la que fue construida.

Con las voces de sus perseguidores a su espalda mientras intentaban organizarse para encontrarla, Liv se dirigió hacia el lago y empezó a meterse en el agua. No podía evitar girar la cabeza y dirigir su mirada hacia la linde del bosque a cada sonido que escuchaba; sabía que de un momento a otro aparecerían a través de los árboles y esta vez no se lo pensarían dos veces antes de dispararle una bala en la cabeza.

Una vez dentro, con el agua rozándole la barbilla con cada movimiento de brazos que hacía, Liv se escondió debajo del muelle y fue mientras intentaba controlar su pánico creciente, cuando sintió cómo un pie se posaba en la estructura de madera. A través de las rendijas que se abrían entre tablón y tablón pudo ver la cabeza rapada de la mujer, y cómo su barbilla pasó de apuntar al horizonte a apuntar al suelo y con ello reunir los ojos marrones de Liviana con los verdes de su futura asesina.


Ante esto lo único que se vio capaz de hacer en ese momento fue cerrar las ojos porque sabía qué era lo que le esperaba, y aunque cada vez que sucedía le aterrorizaba por si algún día no volvía a salir del agua, supo que era su única forma de huir. Fue así, con un simple un roce en el tobillo, cómo Liv supo que la criatura ya estaba aquí, nadando bajo sus pies. Neith no escuchó ni un sonido, solo supo que tras un parpadeo la chica que estaba aterrada bajo el muelle había pasado a ser una mancha borrosa que estaba siendo arrastrada hacia el fondo. 

La única prueba de que segundos atrás un ser vivo había estado en el agua era  la estela de burbujas que cada vez subían desde una profundidad mayor. Para cuando el hombre llegó a la escena, todo rastro de la chica había sido borrado por algo que haría que Neith no se acercase nunca más a ese lago en su vida.

lunes, 7 de agosto de 2017

El monstruo ha llegado.

Mamá, el monstruo duerme detrás de mí y, sin permiso, cuando abre sus párpados para mostrarme sus cuencas vacías,  se cuela dentro de mi mente. Entonces es cuando empieza la tormenta. 


Siempre estás ahí. Noto tu presencia a mis espaldas a pesar de que ya han pasado años desde la primera vez que apareciste. Odioso y paralizante, te has dedicado a ir robando sonrisas y a aumentar las respiraciones superficiales y angustiosas. Te dedicas a tomar forma de habitación sin puertas ni ventanas, no hay una sola rendija que me permita respirar un aire distinto al viciado y pegajoso que reina en tu pútrida presencia.

Te apoderas de mí como si estuvieses jugando a las marionetas, en un momento me llenas de miedo controlando lo poco que soy  y en otro me sueltas, dejándome tirada en el suelo sin forma alguna, dependiente e inútil, vacía de vida y llena de pesadillas. Prometiste que pasarías desapercibido, que solo serías una aparición esporádica contra la que luchar unas pocas veces al año. Pero eres un mentiroso, vuelves cada día a devorarme, y lo haces;  me devoras con dientes afilados que rasgan y deshacen de forma que nunca logro reunir partes con las que reconstruirme. Soy solo restos, deshechos sin nombre ni lugar. Ya no estoy ahí, ni aquí, ni en ningún lado; simplemente paso a ser parte de ti, de la basura que dejas a tu paso.

No hay día que no me pasa por la cabeza un “No lo pienses, déjalo ir. No lo pienses, por favor” porque sé que si me permito pensarlo vuelves y cuando regresas tus garras se clavan en mi espalda, aprovechando los surcos que dejaste en visitas anteriores. Y entonces tardo horas, días o semanas en conseguir que te vayas, que liberes tus uñas de mi carne y dejes que la sangre simplemente resbale por la piel en carne viva que hace años solo era espalda y que ahora se ha convertido en el lugar desde el que, como un buitre, me despedazas.

Ojalá no volvieses. Ojalá nunca hubieses llegado. Ojalá no tuviese que derramar más lágrimas por ti. Solo sabes cogerme de la mano y llevarme por caminos apartados faltos de luz y de vida. Cuando te vas y me quedo sola no tengo voz para llamar a nadie y, si llena de vergüenza y desprecio por mí misma mis cuerdas emiten un sonido, no puede salir más que llanto porque es lo único de lo que estoy hecha por tu culpa.

Ya te has llevado mucho de mí, cosas que jamás podré recuperar y sin las que sin duda mi vida nunca va a ser como la de cualquier otra persona. Me has golpeado fuerte, derrochando maldad y amargura pero, por favor, es suficiente. Para, no vuelvas. No me hagas enseñarle a mamá que hay monstruos que no se van ni con las luces encendidas.

martes, 1 de agosto de 2017

Decorando con palabras #4


¡Feliz Martes! No hay que ser un genio para ver que me he retrasado unos días con la entrada, pero ya sabemos que las musas aparecen cuando quieren y que a veces los horarios a los que tenemos que ajustarnos a diario no ayudan mucho a que estas acudan. Como siempre recordad que esta sección la hago junto el blog Galería de una desconocida, por lo que no olvidéis pasaros por ahí para ver otros puntos de vista de la misma imagen. Espero que os guste y haya merecido la pena la espera :)






Y, ante todo, que tengas dulces sueños. 


-Que tengas dulces sueños, cariño.-dijo la madre mientras arropaba a su hija que se encontraba tendida en su sencilla cama color turquesa. Se inclinó para apagar la lámpara que iluminaba la estancia con una luz anaranjada con la promesa siempre en mente de que dejaría la luz del pasillo encendida para que la pequeña Emily no se encontrase a oscuras. Pero justo antes de darle al interruptor la niña por fin habló, tras tres días llenos de obstinado silencio por la marcha de su hermano mayor.

-Madre, ¿cuándo va a volver? Echo de menos que juegue conmigo y además aún tenemos a la mitad el puzle que empezamos esta semana. Él me prometió que lo íbamos a terminar juntos…- Diane, sin poder devolverle la mirada, se centraba únicamente en que sus ojos no se humedecieran mientras, con la voz colmada y susurrante, respondía: - Conejito, tu hermano me dijo antes de irse que confiaba en que tú pudieses completarlo sola porque eres una chica muy lista y él no puede volver ahora mismo.-

Los ojos de Emily rebosaban la cabezonería propia de un niño que no llega a entender del todo pero que sabe que no ha obtenido la respuesta que esperaba. Su madre, aún sentada en el lateral de la cama, rezaba por dentro para que no hubiese más preguntas, al menos no más por esa noche. El día ya se había hecho lo bastante duro, no había momento que no estuviese lleno de una tensión digna de acabar con la poca cordura que le quedaba. Su día se basaba en mirar al cielo rogando porque no hubiese sobrevolando una bomba sobre sus cabezas, y en mirar los titulares de los periódicos para ver cuál era el estado de las tropas británicas entre las que ahora se hallaba su hijo. Le cogió la mano a la niña y, justo antes de apagar la luz, echó un rápido vistazo al calendario que colgaba de la pared y que, con letras gruesas y curvas, avisaba de que era 14 de agosto de 1940: un día más sobrevivido, un día menos al que hacer frente.

Emily, abrazada a su pelirroja muñeca de trapo, bostezó y momento seguido notó cómo sus ojos desprendían dos gruesas lágrimas por ello. Por supuesto que la contestación que le había ofrecido no le había parecido suficiente pero, aún así, llevada por el cansancio y con el cuento que le había leído su madre minutos antes aún en mente, decidió que podía retomar el tema mañana al despertarse. Fue así cómo, con la cabeza hundida en la mullida almohada y las manos reunidas bajo su mejilla, la pequeña Emily empezó a soñar.


Lo primero que pudo observar eran los zapatos rosa pálido que adornaban sus pies, nunca había visto unos tan bonitos. Un pequeño botón con forma de florecilla se encontraba en un lateral del zapato uniendo a este la fina tira trenzada que hacía que el calzado se mantuviese sujeto al diminuto pie. Ataviada con su vestido favorito y su muñeca entre las manos, Emily alzó la vista para ver todo aquello que la rodeaba. A su izquierda se encontraba un lago lleno de cisnes sacado del cuento que le había leído su madre esa noche. Pero lo que más le sorprendía eran los árboles que, en ambos lados, decoraban el sendero sobre el que comenzó a caminar. Estos desprendían pequeños pétalos rosas y, aunque ella no había visto nunca uno en persona, sabía de su existencia gracias a todas las experiencias que su vecina les contaba sobre su vivencia en el extranjero.

Tras un pequeño paseo en el que se cruzó desde su amiga del colegio Abi hasta aquel gato atigrado que siempre la observaba cuando saltaba a la comba en el parque trasero de su casa, Emily optó por descansar en un viejo banco. Junto a ella sentó a su muñeca Carol y fue entonces cuando él apareció. Engalanado con un impecable traje digno de los más altos mandatarios de la época y con un sombrero de copa, frente a ella se encontraba su querido Johnny.

-¡Hermanito!- gritó Emily mientras se abalanzaba hacia él y le rodeaba el cuello con sus cortos brazos. La niña derrochaba alegría, ¡por fin estaba de vuelta! ¡por fin todo volvería a la normalidad y estos tres últimos días no serían más que un mal recuerdo que olvidaría con el tiempo! John, sonriente por la bienvenida que le había dado su hermana, se quitó el sombrero de copa y se sentó junto a ella con la muñeca en el regazo para poder hacerse sitio. Fue entonces cuando llegó la batería de preguntas más temida y esperada: -¿Dónde has estado? No te vas a volver a ir, ¿verdad? Quiero que sepas que no he tocado el puzle, que he esperado a que regresaras. Sabía que lo ibas a hacer.- dijo mientras le enseñaba su sonrisa mellada.

-Conejito,  he estado en Nueva York trabajando como abogado y, como puedes ver, me está yendo de maravilla. Tienes que entender que ahora mismo no puedo volver pero que en un futuro lo haré y te traeré todos los puzles y muñecas que quieras.- afirmó John mientras le cogía una mano a la vez que con la otra le tiraba de una de las trenzas que decoraban su cabello.

-Pero, ¿por qué no estar con nosotros? Yo quiero estar contigo- respondió Emily al borde de las lágrimas.

-Voy a seguir estando contigo. Siempre que quieras verme no tienes más que pedirlo y yo estaré aquí para ti. Quiero que termines el puzle que te regalé y me demuestres lo bien que puedes llegar a hacerlo estando sola.- respondió con una mirada iluminada, llena de un orgullo que ya declaraba que no le hacía falta que su hermana hiciese nada para saber que era lo suficientemente fuerte y valiente para superarlo todo. –Y ahora, para recompensarte, te voy a comprar uno de esos polos que tanto te gustan. Recuerda que no le puedes decir nada a madre o nos regañará, ¿de acuerdo?-.

Emily, sentada en el banco y con sus pies colgando en el aire debido a su baja estatura, vio cómo su hermano se levantaba y dejaba tras él su sombrero de copa que estaba siendo rodeado por los finos y curvados pétalos que parecían caer de todos lados. Y fue así, mientras veía la figura de su hermano hacerse más y más diminuta, cuando Emily abrió los ojos.


Notando la fuerza con la que abrazaba su muñeca, relajó sus brazos hasta que descubrió que su madre estaba dormida junto a ella, hecha un ovillo y todavía con las mejillas empapadas y los ojos hinchados. De esa forma Emily comprendió que, aunque no era más que un sueño, intentaría mantenerlo vivo el mayor tiempo posible por ella, por su hermano y por su madre. Porque era más fácil vivir en esa burbuja viendo la realidad difuminada antes que dejar que esta le explotase en plena cara.